ANNIHILATOR en Sala Santana 27 (Bilbao, España)
Jueves 8 de Octubre de 2015
por Unai Endemaño
Hay muchos que aún se acuerdan de los tiempos en los que Jeff Waters actuó por primera vez en el País Vasco. Fue durante la gira del «Painkiller» nada más y nada menos, liderando una formación que poco tenía que ver con la que hoy presentan, mostrándose como las nuevas promesas del Thrash Metal mundial de la época y entablando una relación de por vida con la facción más clásica del metaleo vascuence.
El tiempo les haría separarse una y mil veces, evaporando la sensación de conjunto que tenían cuando aquello, dotando sin embargo al prota de la historia, de una impronta que pocos se atreverían a cuestionar hoy en día. Muchos han sido los obstáculos que ha conseguido superar el hacha de Ottawa para ello, labrándose mientras tanto una reputación inquebrantable, suficiente como para que la asistencia a sus conciertos siempre sea justificable.
En pleno 2015, y a casi 25 años de la gira con Judas que mencionaba un poco más arriba, los canadienses volvían hasta Euskadi para presentar nuevo disco ante la parroquia. En este caso sin cantante que apoyase a Waters, habiéndose apeado desde la anterior comparecencia Dave Padden del buque y dejando cierta incertidumbre sobre cómo iban a conseguir clavar los temas de las diferentes épocas.
Las escasas dudas que presentaba la cita, en ningún momento serían óbice para que un nutrido grupo de aficionados, se personase en la bilbaína Santana el jueves ocho de octubre. Pasarían de doscientos asistentes y serían suficientes como para que el buen rollo imperase en esta nueva celebración, montando algún pogo que otro y dándole el necesario calor a una velada marcada desde hace mogollón de meses atrás.
Desgraciadamente nos perderíamos a la pareja de teloneros que acompañan a Annihilator a lo largo de toda la gira, ya que salieron pronto a repartir y terminaron en menos de una hora sus respectivos concursos, dejando que el escenario fuese preparado durante más de media hora para el despliegue de Waters y compañía.
Anunciando con el “Rock You Like a Hurricane” de Scorpions, irían alertando de su presencia a los que andaban fumándose el cigarrito fuera de la sala. Una vez concluida la intro, no volverían a otorgar segundas oportunidades. A partir de que el “King of the Kill” se personase en la sala, toda la descarga cogería un admirable ritmo, hasta que las luces terminaran por prenderse.
Rápidamente incidirían sobre el último redondo que les tocaba presentar, soltando «Snap», «Suicide Society» y «Creepin’ Again», uno tras otro, en perfecta cadeneta afilada, y justificando la presentación del disco que figuraba en los telones escénicos.
A partir de ahí, con la pequeña salvedad de «No Way Out» haciendo de puente entre la parte clásica y la novedosa, el repertorio estaría centrado exclusivamente por temazos de la época troncal de Annihilator, tocando básicamente las mejores etapas de los canadienses, y desembocando en los momentos más thrashers del conjunto, seguramente los que más peña esperaba escuchar.
Caería un celebrado «Set The World on Fire», con su beligerante introducción, y la sala entera coreando su machacón estribillo, la veloz «W.T.Y.D» devolviéndonos hasta los surcos del «Alison Hell» y un «Never, Neverland» que sigue siendo presentado a modo de himno personal. El propio Waters se encargaría de matizar que las crudas vivencias que aquí se narraban, correspondían a una historia verídica acaecida en Canadá hace casi tres décadas. La misma épica siniestra que siempre ha llevado aparejado el tema, volvería a hacerla sobresalir como uno de los momentos cumbre de la velada.
Tras el recuerdo al nunca jamás, Waters pasaría sobre los discos que grabó en solitario a finales de los noventa, encadenando un trepidante «Refresh The Demon» y un «City of Ice» en el que comenzó a notársele que la voz no le iba a dar para mucho más. Afortunadamente el solo de batería llegaría para dar un poco de aire a las maltrechas cuerdas vocales del patrón de Annihilator.
Regresarían pidiendo que la peña les ayudase a corear el divertido «Brain Dance», y terminarían provocando el inevitable pogo al tiempo que se marcaban un postrero «Phantasmagoria». Para esos instantes ya solo le quedaba a Waters dar la puntilla certera, la cual estaría reservada para su conocido tema estrella, posiblemente el que mayor gente sea capaz de ponerse a cantar, cuando de un concierto de Annihilator es de lo que estamos hablando.
Evidentemente la sala entera estallaría con el celebérrimo «Alice in Hell», el inmortal descenso a los infiernos de una chavala que minuto a minuto, iba perdiendo la cabeza. La euforia sería desmedida, constatando hasta que punto este corte fue crucial en la carrera de los canadienses, dejándonos plenamente satisfechos y a punto para los breves bises que estábamos a punto de chuparnos.
Sinceramente me supieron a poco los postres que la banda había preparado, regalándonos un extraño medley en el que tropezarían cortes viejunos como «Kraf Dinner», «21» y «Reduced To Ash», siendo salteadas por las divertidas introducciones del maestro de ceremonias. La traca final sería mucho más letal, y conllevaría toda la mala vaina que siempre ha traído consigo el «Human Insecticide», un corte fulminante que zanjaba otra notable comparecencia de los Annihilator, ni de lejos la mejor que les habíamos visto, pero sin suficientes quejas como para no plantearnos seriamente volver a contemplarles. Tan solo habría que preguntarle a Jeff, hasta cuando aguantará sin reclutar un nuevo cantante para su armada aniquiladora.