STEVE HARRIS
«British Lion»
(EMI)
No poca sorpresa causó en el mundo del metal el anuncio de que Steve Harris se había embarcado en un proyecto paralelo a Iron Maiden. Después de más de 30 años de trabajo ininterrumpido con la doncella, fuera del que apenas si ha tenido tiempo para producir “Calm Before The Storm” (2008), de su hija Lauren, el viejo león británico finalmente lanzó su primer disco en paralelo el 27 de setiembre. La historia habría empezado en 1992, cuando Harris anunció que estaba apadrinando una joven banda llamada British Lion, que por aquel entonces contaba con los desconocidos Richard Taylor en voz y Graham Leslie en guitarra. Con el tiempo la formación se disgregó, y Harris empezó a componer con ambos músicos, hasta que finalmente decidió unirse y hacer suya la empresa. Desde entonces hasta ahora, el proyecto se había mantenido en reserva hasta para los miembros de Maiden, mientras iba tomando forma la idea de grabar un disco. Finalmente la banda se completó con el guitarrista David Hawkins -también a cargo de los teclados- y el baterista Simon Dawson, de antecedentes en la banda de thrash Dearly Beheaded. De todos modos, la formación oficial no es responsable de todo el disco, ya que Dawson grabó sólo tres temas, repartiéndose los restantes entre Ian Roberts (de larga trayectoria en música para televisión) que también participa en la composición, y Richard Cook, al tiempo que Barry Fitzgibbon (de Deeds, apadrinados por Beast Records, el sello de Harris), grabó las guitarras en tres cortes.
El disco fue producido por el propio Harris junto a Taylor y Hawkins, y mezclado por el legendario Kevin Shirley -que ya acumula 18 lanzamientos con Iron Maiden-. El proceso de grabación, edición y mezcla se repartió entre los estudios Purple, Monkey Puzzle y Barnyard de Inglaterra, los estudios de Harris en su casa de verano en Portugal y el estudio de Shirley en Malibu. Según ha declarado el propio Harris, el tiempo de composición y preparación del álbum ha sido bastante extenso, tratándose de una obra colectiva resultado de un proceso de trabajo conjunto, y no del trabajo de una banda de sesionistas reclutada para ejecutar piezas compuestas por el bajista en su habitual ostracismo creativo. No obstante, entre tanta fragmentación de músicos y locaciones cabe pensar que tanto las decisiones fundamentales como la visión global del proyecto son básicamente producto de la mezcla final de Harris y Shirley.
British Lion incluye diez temas, de los que siete fueron compuestos por Harris, Taylor y Hawkins, mientras que los tres restantes se acreditan también a Harris y a los otros participantes de la grabación. Musicalmente el disco se orienta a un hard-rock de medio tiempo, con algunos toques de metal clásico y ciertos elementos progresivos al estilo de los últimos trabajos de Maiden. Las influencias más reconocibles remiten a Deep Purple, Rainbow, Thin Lizzy y los indispensables UFO. El tema de apertura es “This Is My God”, con un buen ataque de wah-wah en la guitarra de Hawkins y una base de bajo con el sello inconfundible de Harris. En la medida en que no es de los temas más acelerados ni destacables del disco, no termina de encajar como corte de apertura. Le sigue “Lost Worlds”, también compuesto sobre una base de bajo, presenta un enfoque melódico y de ambiente nostálgico tanto en la letra como en los arreglos del estribillo.
“Karma Killer” es una buena canción basada en un potente riff de bajo, de las que va mejor con la voz de Taylor. Una vez más se luce el wah-wah de Hawkins en perfecta sintonía con el bajo de Harris que alimenta con destaque las estrofas iniciales.
El cuarto corte es “Us Against The World”, se abre con un campo armónico de guitarras que es de lo más heavy clásico del disco, pero al igual que los temas anteriores se desacelera con la entrada de la voz. El quinto corte es “The Chosen Ones”, una canción de ritmo sostenido que por fin levanta los decibeles y logra mantener la intensidad durante seis minutos y medio, con Taylor mostrando su lado más agresivo, y una serie de arreglos de bajo que recuerdan a algunos de los puntos más altos de «Piece of Mind». Sin duda de lo mejor del disco. “A World Without Heaven”, con 7:02 es el corte más largo de la lista. Comienza sonando a un hard-rock entretenido de aire californiano, justificando su duración en múltiples cambios de tiempo, y en un buen tratamiento de guitarras tanto en los riffs centrales como en los solos y en los arreglos electroacústicos. Aunque una letra sobre días tristes y solitarios en un mundo sin paraíso no parece de lo más adecuado para el clima de impacto que buscan generar las guitarras. “Judas”, también tiene un comienzo agresivo con guitarras que se despliegan muy bien, pero que se apagan cuando entra la voz. Afortunadamente los agresivos embates de la batería de Cook soportan la base rítmica lo suficiente como para salvar la canción, entre la tristeza de la letra y la falta de peso de las cuerdas.
“Eyes Of The Young” destaca por unos oportunos arreglos de guitarra electroacústica con cierto aire folk, responsabilidad del dúo Leslie/Fitzgibbon, que también entrega una buena serie de solos. Es de los cortes más pegadizos del disco y tiene empuje y energía, a pesar de que la letra se mantiene en plan nostálgico. “These Are The Hands”, se define por un ritmo cortante y desacelerado que coquetea peligrosamente con el rock alternativo, no logrando destacar frente a los restantes cortes.
El disco se cierra con «The Lesson», una balada acústica y melancólica en la que la voz de Taylor va muy bien, aunque claramente es de lo menos hard de la lista.
Al menos en tres temas se repite la estrategia de ingresar la voz junto con la batería y el bajo en la primera estrofa, entrando las guitarras en la estrofa siguiente. Más allá de lo repetitivo que puede resultar esto como parámetro de composición, la entrada de las guitarras en algunos casos no es tan triunfal como debería, ya que quedan muy tapadas por el omnipresente sonido del bajo. Asimismo, varios de los temas empiezan con un riff relativamente frontal para bajar las revoluciones justo cuando entra la voz, que queda algo desamparada solo con el respaldo de la base rítmica o de una guitarra acústica. Las letras tienen un aire oscuro y nostálgico, que aunque ensambla bien con la voz de Taylor, le quita por repetición algo de fuerza a la música. Cabe pensar que hay demasiada nostalgia, mucha añoranza de días mejores, pasados o futuros, un excesivo uso del verbo “cry” y demasiada desesperación existencial para un disco de hard rock.
No es tarea fácil hacer un balance de este lanzamiento; por un lado el que Harris sea quizás la máxima leyenda de la historia del metal le da a todo su trabajo un halo de tótem sagrado nada fácil de criticar, y por otro las comparaciones con la faraónica sombra de Iron Maiden son inevitables. Más allá de esto, un punto favorable remite a la identidad misma de la propuesta: el sonido del bajo es inconfundible, y en la composición es notorio el estilo de Harris, sin embargo no por esto «British Lion» se mimetiza con el estilo de Iron Maiden, sino que muy por el contrario, como propuesta estética logra desligarse de la Doncella sin desvirtuar en lo más mínimo la personalidad compositiva de su líder; en este sentido el disco salva el examen. Por contrapartida, uno de los elementos sin duda más difíciles de procesar en el disco son las vocales. No tendría sentido que Harris hubiera hecho un proyecto solista con un cantante del estilo de Dickinson, pero la apuesta por Taylor es demasiado difícil de digerir. A medio camino entre James LaBrie y Jon Bon Jovi, el trabajo vocal se debate entre momentos sobrecargados de melodía y pasajes de intensidad poco lograda. En función de esto buena parte de la crítica y los foros en la web ya la han empezado a tomar con las vocales, pero si bien es cierto que la voz es de lo más objetable del disco, no cabe achacar todo el problema a las limitaciones del registro de Taylor o a los históricos problemas de Harris para elegir cantante. La composición instrumental de un disco puede potenciar a un cantante o perjudicarlo, y en el caso de «British Lion» hay que decir que no ayuda. Si bien la composición tiene momentos interesantes, un disco con canciones más rápidas y agresivas habría dado un marco mejor a la voz, que ya con ser bastante suave se termina desluciendo por las excesivas incursiones melódicas de la banda.
La historia indica que construir una carrera en paralelo a Iron Maiden ha sido una tarea ardua y compleja incluso para talentos compositivos probados como Adrian Smith y Bruce Dickinson. En el caso de Harris, este primer intento deja algunos elementos interesantes, pero que en el balance final pierden frente a lo que queda en el debe. De todos modos, tratándose de una figura que tiene tanto crédito entre el público, lo mejor parece ser abrir el compás de espera para el desarrollo futuro del proyecto y las eventuales actuaciones en vivo de la banda. Mientras tanto, para Harris llegará el tiempo -como lo han tenido los otros miembros de Maiden con sus aventuras solistas- de aprovechar los aprendizajes de un lanzamiento que no terminó de colmar las expectativas que siempre ha generado su obra.
Pablo Melogno.