THE FLOWER KINGS
«Desolation Rose»
(Inside Out Music)
The Flower Kings tienen una trayectoria tan amplia y prolífica como lo es su legión de seguidores entre los que se encuentran también muchos músicos.
Ahora no sorprenden con “Desolation Rose” (y digo «no sorprenden» y no «nos sorprenden») porque la calidad está asegurada, junto a cierta experimentación muy ligera como ya es habitual en la banda.
El grupo siempre se ha caracterizado por composiciones de buen gusto donde se escuchan influencias muy cercanas a Pink Floyd y al mismo tiempo con reminiscencias que apuntan a otros conceptos dieferentes.
Comienzan con “Tower One”, una pieza de trece minutos donde de manera muy discreta, Roine Stolt y Jonas Reingold se ganan al público con su virtuosismo en la guitarra, el bajo y la voz.
Después de su regreso triunfal luego de cinco años de sequía con “Banks of Eden”, no esperábamos otro disco tan pronto. Los inicios melancólicos de “Sleeping Bones” nos lo recuerdan, pero de repente la pieza se vuelve majestuosa con una composición donde el contraste entre las partes vocales muy suaves y la música tan fuerte nos lleva a momentos operáticos. Es una pieza corta pero imponente.
“Desolation Road” también tiene un inicio tristón y una melodía algo depresiva, donde los tambores de Felix Lehrmann cobran un protagonismo en la mezcla, y la forma de cantar recuerda en algo a Peter Gabriel.
El monólogo de “White Tuxedos” abre paso a otra canción de acongojado inicio donde la voz es tratada a través de efectos en los primeros versos, y el resto está cantado como en voz baja, recordando la escuela alemana de bandas progresivas de los sesenta, lo que fue conocido como Kraut Rock, pero que aquí no llega a ser tan experimental.
“The Resurrected Judas” comienza con un bloque musical, al fin una canción que no tiene un inicio desolador, esta se convierte en una melodía suave a través de sus más de ocho minutos, donde la letra cobra protagonismo y guitarras y teclados, estos últimos a cargo de Tomas Bodin, corren ya sea alienados, ya sea mezclados entre ellos con diferentes líneas melódicas.
La alineación es la misma que grabó “Banks of Eden”, y aunque todos los músicos se destacan, es imposible no prestar atención a la triada formada por Stolt, Reingold y Bodin, guitarras y keys, ya que en muchos momentos se unen dos y hasta tres teclados en la música, mientras las seis cuerdas también siguen su camino.
“Silent Masses” mezcla la variedad de un score de película mientras “Last Carnivor”, con un título algo sobrecogedor, comienza con una melodía abreviada que lleva a un texto bastante teatral.
Continúan con otra composición musical de letra ilustre, “Dark Fascist Skies” que nos recuerda a Wagner, y donde se hace sentir el Hammond y unas líneas musicales complejas.
La parte final del disco la componen dos piezas cortas, “Blood of Eden”, muy melancólica, y la desconcertante “Silent Graveyards”.
El disco no es conceptual, sin embargo hay cierta homogeneidad en la composición lírica, observaciones filosóficas que lo mismo pueden funcionar como un todo que con cada una de sus partes, en un disco que habla de los errores y fallos cometidos por la humanidad en su utopía de crear un paraíso que siempre hemos esperado en cierta medida, y las causas que pueden llevar al fracaso de esta idea, como la avaricia, el miedo y la ignorancia.
El CD se grabó en los Fenix Studios en Suecia. Este es un estudio moderno, pero conserva ciertas técnicas clásicas de produccion, como por ejemplo la grabación se hizo en directo con todos los instrumentos interpretados al unísono y en reels, o sea, en cintas analógicas. También se utilizaron instrumentos que hoy en día se consideran ya anticuados como el Hammond B3, el Mellotron M 400, el Fender Rhodes, el Minimoog y amplificados de tubos. ¿Será esta la continuación en otra de las etapas productivas de Flower Kings?
Más info: http://www.insideoutmusic.com
Tony González y Lucas Gordon.