TESTAMENT
«Dark Roots Of Earth»
(Nuclear Blast)
¿Qué cabe esperar cuando un grupo clásico edita un nuevo disco?, ¿A qué debería apuntar hoy en día una banda que contribuyó a forjar un estilo que tiene prácticamente tres décadas de desarrollo? En el metal subsisten artistas que apuestan de modo repetido a una fórmula que alguna vez dio resultado, sacrificando originalidad y riesgo en favor de la preservación minimalista de un estilo. Otros por el contrario, se mantienen estratégicamente apegados a las modas y tendencias mayoritarias, aunque ello implique cambios a veces abruptos y oportunistas en la orientación artística. Sin embargo, también hay quienes eligen transitar la difícil senda de ser portadores y referentes de la ortodoxia de un estilo, apostando a la creatividad y la innovación aunque dentro de precisos límites que definen su identidad estética; Testament pertenece a esta categoría.
En los últimos días de julio pasado vio la luz «Dark Roots of Earth», su décimo disco de estudio -o décimo primero, dependiendo de cómo cuente «First Strike Still Deadly» (2001)- editado por la alemana Nuclear Blast. Fue grabado entre junio de 2011 y febrero de 2012, primero en los estudios Backstage de Andy Sneap en Inglaterra, y luego en dos instalaciones de California: los Driftwood Studios y los Trident Studios de Juan Urteaga (Exodus, Sadus, Machine Head, Exhumed) quien se encargó de la mezcla de los bonus tracks. La producción general está a cargo de Sneap -que trabaja con la banda desde el recordado «The Gathering» (1999)- junto al guitarrista Eric Peterson y el cantante Chuck Billy, y constituye uno de los aspectos más destacables del disco, encausando el estilo clásico de la banda en un sonido potente y aggiornado que da lucimiento a cada tema. A lo largo de su intensa trayectoria, Andy Sneap ha tenido la particularidad de trabajar tanto con bandas clásicas de estilo establecido (Accept, Megadeth, Kreator, Exodus), como con grupos más jóvenes y propensos a la experimentación (Opeth, Chimaira, Trivium), lo que lo hace un productor especialmente competente para darle a una banda que tiene más de veinte años un sonido acorde al estado actual del arte. La formación se mantiene estable respecto a los últimos lanzamientos de la banda, con Eric Peterson y Alex Skolnick en guitarras, Chuck Billy en voz y Greg Christian en bajo, marcando este disco el regreso de Gene Hoglan -ya había grabado «Demonic» en 1997- en reemplazo de Paul Bostaph. En la composición también tiene participación importante el periodista y productor Del James, que vuelve a colaborar con la banda esta vez en seis canciones.
El arte de tapa es obra de Eliran Kantor, responsable de excelentes portadas como «Jupiter» (2010) de Atheist, «Wanderer on the Edge of Time» (2010) de Mekong Delta e «In Somniphobia» (2012) de Sigh, y que ya había incursionado en un motivo neoclásico de arcángeles guerreros para «The Formation of Damnation» (2008). Esta vez la figura central remite a la imagen del dios astado, cuyas primeras manifestaciones pueden rastrearse hasta el arte rupestre del Paleolítico superior (17.000 al 10.000 a.c.). Simboliza la fertilidad masculina, el equilibrio del hombre con la naturaleza y el instinto de caza, aludiendo los cuernos en algunas tradiciones a la sabiduría y el contacto con el cielo. Esta figura tiene diversas manifestaciones a lo largo de la historia, pudiendo rastrearse su presencia en los sumerios, en los dioses egipcios Thoth y Hathor, en la mitología celta bajo el nombre de Cernunnos (presente en el culto neopagano de la Wicca), en los cuatro ciervos de Yggdrasil de la mitología nórdica, e incluso en la mitología hindú sonde se encuentran figuras de Shiva con cuernos. En la época helenística también se conservan imágenes de un Zeus Amon con cuernos de carnero, así como las del dios Pan, que luego dará lugar al estereotipo de los demonios medievales. El dios con astas de alce es de uso frecuente en las antiguas tribus de Siberia (bajo el nombre de Bainaca, Señor del Bosque, o Ehekon, Señor de la Caza), donde permanece asociado al chamanismo. Asimismo, algunas tribus indígenas norteamericanas como los A’aninin y los Sioux consideran animales sagrados al alce, el bisonte y el antílope. En los términos de estas creencias indígenas que son la principal referencia del disco, las oscuras raíces de la tierra hacen referencia al equilibrio del hombre con el entorno, con los espíritus de los bosques, con los animales y con su propia naturaleza animal.
Por otro lado, la distribución de la procesión y la actitud ritual de los fieles en la imagen sigue la línea de los cuadros de devoción típicos del arte posbizantino del siglo XVI, presentando elementos de contacto con El Greco (1541-1614) -Resurreccción, El sueño de Felipe II, La adoración de los pastores- y Michael Damaskinos (1530-1593) -Liturgia-. También el Renacimiento italiano presenta cuadros de devoción, incluso algunos con motivos paganos como la Ofrenda a Venus de Tiziano (1488-1576), aunque con una concepción del trazo y del color ya no tan próxima a la portada de «Dark Roots…». De todas formas, persisten semejanzas de estructura y montaje con obras italianas como El Paraíso de Tintoretto (1518-1594), y las más populares La asunción de la Virgen y La Gloria de Tiziano. En suma, se trata de una portada excelente que puede entenderse como una versión neo pagana de los cuadros de devoción, asentada tanto en rasgos bizantinos de profunda raigambre medieval como en elementos más rupturistas del Renacimiento italiano, bajo un motivo temático afín al chamanismo. Un sincretismo sumamente arriesgado que resulta en logro estético de primer orden por parte de Eliran Kantor.
La lista se abre con “Rise Up”, un típico corte de thrash agresivo y guitarrero con mucho apoyo de doble bombo, y una letra antibelicista en referencia a la política exterior de Estados Unidos. Le sigue “Native Blood”, primer tema de difusión que ya tiene video disponible en la web de la banda, y que justifica ampliamente su elección. Encuentra a los músicos en gran nivel, con un avance firme y potente a través de distintas secuencias rítmicas que se mantienen en la ortodoxia del thrash, intercalando con buen criterio una serie de blast-beats en el estribillo. Previo al lanzamiento del álbum fue editado como simple con una versión en español como lado B, que si bien acierta en la métrica de la letra, no logra convencer en cuanto a la fonética de Chuck Billy; una apuesta interesante que seguramente pueda perfeccionarse en intentos posteriores.
El tercer corte es el que da título al disco; una composición de alta factura, que destaca por la elegancia de los arreglos de guitarra, y las variaciones vocales de Chuck Billy, que en cada compás da con el tono justo y acorde a la intensidad dramática que pretende la letra. Le sigue “True American Hate”, un demoledor ataque de 5:26 que incluye tappings, blast-beats, campos armónicos, voces guturales, un poderoso riff central, un espectacular trémolo de guitarra en pleno estribillo, un punteo desenfrenado de Skolnick, y un trabajo de tambores de Gene Hoglan para levantar los pisos de cualquier vivienda decente con sólo colocarlo al volumen adecuado. Una verdadera pieza maestra del estilo Testament.
“A Day in the Death”, es de lo más groove de la lista, con una estructura menos intrincada que los temas anteriores, que a fuerza de ser demasiado llano no termina de encontrar su lugar entre tantas buenas canciones; sólo una elaborada letra de crítica social y un inspirado sólo de guitarra permiten transitarlo con éxito. Con “Cold Embrace”, la banda vuelve después de muchos años al formato power-ballad, entregando una pieza de tono lúgubre y desesperanzado, estructurada sobre una serie de arreglos de guitarra de gran sutileza y refinamiento armónico, que contrastan con un estribillo intenso y potente. Se inscribe en la mejor tradición de “The Ballad” («Practice What You Preach», 1989), “The Legacy” («Souls of Black», 1990), “Return to Serenity” («The Ritual», 1992) y la imprescindible “Trail of Tears” («Low», 1994).
El séptimo tema es “Man Kills Mankind”, se sostiene en una sucesión bien ensamblada de riffs y arreglos de guitarra, siendo el que más recuerda al estilo clásico de la banda a finales de los 80’s. La sincronización entre el sonido del bajo y los bombos le da gran solidez a la base rítmica, como a lo largo de todo el disco. Le sigue “Throne of Thorns”, continuación de “Hatred’s Rise” («Demonic») con una letra basada en la serie Game of Thrones. Tiene un logrado comienzo de aire épico, y se transita sin dificultad a pesar sus siete minutos gracias a constantes cambios de ritmo y sofisticados dúos de guitarra, que de nuevo muestran a Skolnick-Peterson en un nivel superlativo. En el cierre se ubica “Last Stand for Independence”, un thrash directo y crudo, de ritmo acelerado y tono pegadizo, que al igual que “Native Blood” trata el tema de los derechos de las comunidades indígenas de Estados Unidos.
Según los diferentes formatos de lanzamiento, la lista de nueve temas se completa con algunos bonus tracks. Entre ellos figuran tres covers de grupos clásicos, una apuesta de alto riesgo de la que la banda logra salir muy bien parada. El primero es “Dragon Attack” de Queen («The Game», 1980), donde destaca la potencia de la base rítmica y la forma en que Chuck Billy se las arregla para lidiar con el registro inalcanzable de Freddie Mercury. Otro bonus es “Animal Magnetism” de Scorpions (1980), en una versión más acelerada y guitarrera, que sacrifica algo del clima del original pero gana en contundencia. Finalmente aparece “Powerslave” de Iron Maiden (1984), una elección difícil que es resuelta con oficio, logrando una versión que respeta la original en las estructuras básicas y al mismo tiempo da lucimiento al sonido de Testament.
Si bien el disco tiene algunos momentos puntuales de velocidad e intensidad rítmica afines al death metal, en general se define por un thrash metal clásico y agresivo con algunos elementos de heavy metal. Marca así un interesante punto intermedio entre el sonido tradicional y melódico de discos como «Souls of Black» o «The Ritual», y las incursiones más extremas de «Low» o «Demonic». Testament parece haber encontrado así el equilibrio justo entre las tendencias death y black metal de Peterson y el estilo clásico y jazzero de Skolnick, en un punto que permite aprovechar al máximo el potencial de ambos guitarristas, con Peterson más dedicado a la composición y Skolnick orientándose a los solos. En estos términos, «Dark Roots…» es un lanzamiento que logra colmar las expectativas desde el ángulo en que se lo evalúe, no teniendo nada que envidiarle a los discos más encumbrados de Testament, y dejando ante todo la satisfacción de que una banda clásica pueda entregar un disco de tan alto nivel.
Pablo Melogno.