SABATON – KORPIKLAANI – TYR en Sala Santana 27 (Bilbao, España)
Viernes 12 de Diciembre de 2014
por Unai Endemaño
Imaginábamos de primeras un recinto medio pelado, para qué engañarnos, pero ciertamente los Sabaton nos acabarían dando en todo el morro, con su incontestable poder de convocatoria. Multitud de coches por las inmediaciones se encargarían de irnos avisando, acerca de la timba que nos aguardaba dentro de la Santana. Nos acordaríamos entonces, de la misma manera en la que lo haría Joakim Brodem un rato más tarde, de las primeras veces que tuvimos la suerte de presenciarles, cuando aún se lo estaban trabajando como elegantes teloneros. Cuando aún les quedaban multitud de batallas por contar, para situarse en la merecida primera división, que hoy en día ostentan.
Ya dentro del recinto, nos faltaría tiempo para llegar hasta debajo de los primeros espadas de la noche. Los Tyr hacía un rato que habrían comenzado a presentar su particular Folk Metal sobre Bilbao, y nosotros andábamos aún recogiendo nuestras acreditaciones de prensa. Nos indicarían justo en esos primeros instantes, como tendríamos la posibilidad de mantenernos en el foso de fotógrafos, durante todos los minutos que necesitásemos, sin límite de temas. Esto facilitaría enormemente nuestra labor como fotógrafos, y terminaría por permitirnos montar la jarana, justo delante de las bandas. Tocaba dar las gracias a la promotora Madness Live, antes incluso de habernos puesto a sudar.
Los de las Islas Feroe repetían en la Santana después de su visita con Moonsorrow de hace unos años, con similares mimbres sobre los que hilvanar su comparecencia y parecidas armas con las que convencer a la chavalería allí presente. Se mostrarían pelín siesos en las formas, sin apearse de la poderosa fachada vikinga que gustan de mostrar, mientras iban desgranando algunos de sus cortes más populares.
Hábilmente rescatarían «Hold The Heathen Hammer High» de primeras, poniendo al público de su parte casi sin proponérselo, para destinar a continuación los minutos, a la presentación de su último «Valkyrja». Sonarían de esta manera alguna de sus creaciones más recientes, sin que tuviesen la ocurrencia sin embargo, de jubilar sus cortes más emblemáticos. Rematarían en consecuencia con «Sinklars Visa» y «Shadow of the Swastika», luciendo paganos y convincentes.
Mucho más descafeinada sería por desgracia la comparecencia de Korpiklaani, quienes presentarían casi todo su último «Manala» sobre las tablas bilbaínas, dejando aparcada su faceta más bombástica y primigenia. Los tiempos pretéritos de los finlandeses serían olvidados de esta manera, incidiendo sobre la faceta chamanica y sosegada, la que trata de ofrecer algo más que simple fiesta sobre el oyente, dotando de cierta profundidad al mensaje y decelerando los tiempos incendiarios.
Lamentablemente la gracia de Korpiklaani, siempre ha descansado sobre su tremebundo poder verbenero, haciendo de menos a su vertiente calmada, frente al tipo de cabalgadas con que habitualmente sembraban pogos. Pocos momentos en esta última línea escucharíamos en esta ocasión, ningún corte anterior al «Korven Kuningas», y unos pocos puntales como «Sahti» o «Vodka», dispuestos para animar el asunto. Añoraríamos las congas infinitas que solían montar hace años y nos quedaríamos expectantes ante la comparecencia de los cabezas de cartel de la noche.
Así llegarían hasta nosotros los Sabaton, calentando ambiente con el «Final Countdown» sonando por los altavoces y con la sala entera viniéndose arriba por la fiesta que se le prometía. Los suecos arrancarían imperiales con su tradicional indumentaria militar, al tiempo que mentaban a la división fantasma y cambiaban drásticamente el devenir de lo que allí estábamos respirando.
En segundos pasaríamos a dejarnos llevar por el ímpetu con que despachaban los suecos, embelesados con las historietas belicosas, que sonaban a ritmo de Power Metal exultante. Así caerían sobre nuestras cabezas los aires marciales de «Carolus Rex», recordando al rey sueco con toda la casta que era capaz de imprimir Joakim Broden.
La banda se movía por el escenario como una única entidad, en perfecta formación de ataque y cuadrando todas las poses posibles. Jugando con los fotógrafos, sonreían hacía cada esquina del recinto y trasmitían un buen rollo difícil de superar. A la cabeza su cantante se mostraba como perfecto canalizador de lo que allí se oficiaba, certero mientras entonaba sus himnos de trinchera humeante.
Encarrilado como se encontraba el asunto, comenzarían a fusilarnos los suecos con una salva inmisericorde que abría «40:1». La épica espartana de los soldados polacos fallecidos, se presentaría ante nosotros entre elegantes coros y ritmos acelerados. La historia sería contada de nuevo, a fuego, con el mismo espíritu invicto que debieron poseer aquellos patrióticos héroes lejanos.
La cuerda permanecería firme a posteriori y es que, a pesar de permitir a la audiencia decidir el idioma con el que continuábamos la lección, “Gott Mit Uns” estaría aguardándonos para marcarnos el paso. No habría ocasión para abandonar el pelotón, se mirase por donde se mirase. La tensión proseguiría de esta manera, con “Soldier of 3 Armies” dejándonos flotar en su poderoso estribillo, hasta que estuvimos lo suficientemente maduros como para volver a repasar el arte de la guerra de Sun Tzu.
Los viejos tiempos de Sabaton serían mentados entonces, con Joakim recordando la primera vez que tocaron en Bilbo haciendo de teloneros y las posteriores ocasiones en las que tampoco es que contaran con demasiado público. Hoy en día las tornas han cambiado para los de Falun, qué duda cabe. Petando garitos allí donde se lo proponen y disfrutando de un éxito que la mayoría de sus compañeros de generación desconocen. Su historia ha estado trabajada desde el principio, merecidamente propulsada hacia lo que hoy en día es y justamente celebrada en la Santana, con la maravillosa “7734” del «Metalizer».
Se permitirían incluso dejar al público elegir entre unos cuantos cortes, plenos de convicción y con “Attero Dominatus” enarbolando las banderas del Power Metal furibundo. Detendrían por fin el tanque en este punto, tras habernos pasado por encima con la certeza plena de que aquello ya solo esperaba ser rematado. Así se entretendrían un rato mientras Joakim agarraba la guitarra e iniciaba pedazos del «Smoke On the Water» o el «Master of Puppets». Aquí llegaría el momento óptimo para trincarse una garimba y otear el escenario desde la distancia.
Volveríamos a primera línea de batalla con el “Screaming Eagles” atronando y sus mortíferos ritmos obligándonos a menear la testa sin compasión. Nueva lección de estilo que se marcarían con ella los suecos y último corte que nos proporcionarían antes de marcharse momentáneamente.
Los bises comenzarían con “Night Witches” elevada a la categoría de clásico y un “Primo Victoria” haciendo las veces de himno absoluto. El popular corte sobre el desembarco de Normandia, volvería a ponernos a botar como si aquello no fuese a terminar nunca. Exultantes nos encontraríamos en esos momentos, felices y despreocupados, como niños que saltan mientras entonan su canción de guerra favorita.
Habría tiempo aún para que entonásemos el folclórico “Swedish Pagans”, una buena amiga lanzara un sujetador a Joakim y todos terminásemos remojando con la siempre convincente “Metal Crue”. La exhibición de Sabaton había llegado a buen puerto sobre Bilbao, haciendo un poco más grande la leyenda y un poco más brillante el nombre de la formación, que mejor gestiona el Power Metal a día de hoy.