FEAR FACTORY
«The Industrialist»
(Candlelight Records)
Para quienes consideramos a «Demanufacture» (1995) como uno de los discos más influyentes y mejor logrados del metal de los 90’s, cada vez que Fear Factory lanza un nuevo álbum resultan inevitables al menos dos preguntas. Primero, si la banda puede lograr algo del mismo nivel de «Demanufacture», y segundo, si puede hacer algo novedoso respecto de su obra más conocida. Más allá de la valoración que se tenga de los discos recientes en comparación con los clásicos, estos dos problemas han estado invariablemente presentes en la crítica especializada cada vez que la banda ofrece un nuevo lanzamiento.
El 5 de junio se puso a la venta «The Industrialist», octavo disco de estudio de la banda y segundo con la división norteamericana del sello independiente Candlelight Records, especialmente fortalecido en la última década con la incorporación de números importantes del metal extremo (Candlemass, Entombed, Obituary, Opeth, Dismember, Morbid Angel). En los créditos figuran sólo Burton C. Bell en voces y Dino Cazares en guitarras, bajo y programación. Como si se tratara de una realización paradójica de la premisa de «Obsolete» (1998) de que la máquina volverá obsoleto al hombre, la banda trabajó sin bajista ni baterista en el estudio, optando por una base de baterías programadas, bajo supervisión del baterista John Sankey de Devolved. El criterio de tener una formación en vivo y otra en los discos se arrastra desde la época de «Soul of a New Machine» (1992), cuando el bajista Andrew Shives tocaba en vivo pero no grababa, cosa que se repetiría en discos posteriores con Byron Stroud. Sin embargo, no deja de ser algo decepcionante que una banda que ha tenido bateristas de la estatura de Raymond Herrera y Gene Hoglan termine lanzando un disco con baterías programadas. Por lo pronto para la gira mundial ya en curso fueron reclutados el bajista Matt DeVries (Chimaira, Six Feet Under), y el baterista Mike Heller (Malignancy, System Divide).
El disco cuenta nuevamente con la producción de Rhys Fulber (Front Line Assembly, Paradise Lost, Chimaira), que esta vez también figura en los créditos como compositor de la mayoría de los temas junto a Bell y Cazares. También participaron en la mezcla Logan Mader (Cavalera Conspiracy, Soulfly) y Greg Reely (Front Line Assembly, Paradise Lost). La producción de Fulber una vez más da en el clavo, conduciendo con mano firme el sonido industrial y compacto que ha identificado a la banda en sus mejores momentos. El arte de tapa ha corrido por cuenta del dibujante Anthony Clarkson, y presenta una imagen que respeta la estructura simétrica con punto de fuga centrado, en línea con las tapas usuales de la banda, pero quizás poco representativa de la obra de un artista bastante más prolífero en recursos.
La banda vuelve a ensayar con un disco conceptual, cosa que no hacía desde el heterodoxo «Digimortal» (2001). «The Industrialist», es un robot que como resultado de sucesivos aprendizajes desarrolla voluntad y sentimientos. La historia tiene raíces en relatos como Reason de Isaac Asimov (1941), y películas como Yo, Robot (2004) y la trilogía Matrix. La trama vuelve a inscribirse en el tema de la sustitución del hombre por la máquina siempre presente en las letras de Bell, con una orientación apocalíptica basada en la idea de que el desarrollo de las máquinas conducirá a la extinción de la raza humana, violando justamente la primera ley de la robótica de Asimov. El complejo universo conceptual desplegado de Fear Factory se nutre de las tradiciones futuristas de la ciencia-ficción y las distopías tecnológicas, asociadas a películas como Blade Runner (1982), Inteligencia Artificial (2001), o la serie Terminator. También resultan de referencia en este sentido libros como 1984 de George Orwell (1948), Un Mundo Feliz de A. Huxley (1932), Los Niños de Brasil de Ira Levin (1976) y El Shock del Futuro de Alvin Tofler (1970), entre otros. En un balance de la discografía de la banda, cabe pensar que los discos conceptuales y futuristas son el formato en que mejor se han expresado el talento y la inventiva de Bell como letrista, por lo que hay que saludar que la banda haya vuelto a sus raíces de modo tan definido.
El disco empieza con “The Industralist”, típico corte inicial de Fear Factory, rápido y frontal, de comienzo solemne y mucho trabajo de teclados. Tiene un breve punteo de guitarra y no incluye voces limpias, ambas cosas poco frecuentes en la banda. El segundo tema es “Recharger”, ya editado como simple en abril de este año. Retoma estrategias clásicas de la banda, alternando estribillos limpios con una performance vocal muy agresiva de Bell, y presentando una base de cuerdas que replica el ritmo de la batería. Se justifica su elección como corte de difusión. Sigue la lista con “New Messiah”, con un estilo algo similar, aunque con menos cambios de ritmo y menor sofisticación vocal. “God Eater”, es una apuesta más heterodoxa, que acusa influencias de Ministry y Nine Inch Nails en los arreglos de guitarra y en algunos efectos vocales. Como cuarta canción del disco marca una inflexión interesante en la lista, ya que los tres primeros temas tienen estructuras relativamente parecidas.
Le sigue “Depraved Mind Murder”, otro corte con voces limpias muy pegadizas, cambios de tiempo muy acertados y un efectivo machaque de cuerdas y batería. “Virus of Faith”, alterna un estribillo de voces limpias con estrofas guturales, repitiendo un recurso que siempre ha caracterizado a la banda, pero que se vuelve previsible si no se utiliza con inventiva. Uno de los temas más destacados de la lista es “Difference Engine”, con oportunos arreglos de estilo electrónico, un estribillo de impacto y una buena programación de batería. Le sigue “Disassemble”, algo más lento y con arreglos altos de guitarra poco afines al estilo de la banda. Se engancha con el breve “Religion is Flawed Because Mankind is Flawed”, una breve pieza ambiental con base de teclados, que funciona como una especie de interludio previo al final del disco, cuando irrumpe “Human Augmentation”, una secuencia de loops y efectos de algo más de 9 minutos, con una voz robótica soltando frases por encima. Entre los dos temas hacen alrededor de 12 minutos de ambientación industrial, una estrategia poco atractiva para cerrar el disco. La edición norteamericana incluye dos bonus, «Blush Response”, un remix de “Difference Engine”, cargado de samplers y efectos vocales, y «Landfill”, un cover de la banda electrónica Pitchshifter, en una versión bastante apegada a la original. La edición japonesa incluye una versión intimista y acústica de “Timelessness”, el tema final de «Obsolete»; que como tema de cierre de la lista oficial hubiera quedado mucho mejor que el bombardeo de ruidos de “Human Augmentation”.
El disco sigue la línea de endurecimiento del sonido que la banda había tomado en lanzamientos como «Archetype» (2004) y «Mechanize» (2010), restringiendo las influencias del rave y el hip-hop en favor de sonidos más afines al groove, el thrash y en menor medida el death metal. En este sentido, las vocales de Bell mantienen un tono duro y cortante, y la mayoría de los riffs centrales tienen un nivel de aceleración y potencia acorde a las influencias más pesadas de la banda. Tomadas por separado, las canciones de «The Industrialist» son buenos ejemplares de metal industrial, muy bien producidos y ejecutados -o programados- con mucha competencia. Sin embargo, vistas en su conjunto, conforman un cuadro más bien monótono, con una banda que parece abusar de recursos que dieron resultado en el pasado pero que por repetición ya no sorprenden. Las mismas estructuras compositivas se repiten en distintos temas, así como los arreglos ambientales de teclados por sobre los riffs de guitarra, o la alternancia entre voces limpias y agresivas. Da la impresión de que cuando Fear Factory ha querido hacer algo diferente ha errado el camino, y que cuando se ha mantenido fiel a su estilo el resultado ha sido más de lo mismo, sin que la banda haya podido dar con ese punto de equilibrio tan difícil entre la coherencia y la innovación. Lejos de proyectos fallidos como «Transgression» (2005), o experimentos demasiado rupturistas como «Digimortal» (2001), «The Industrialist» tiene al menos como principal mérito el mantenerse fiel al estilo de la banda, o al menos a lo que es la mejor expresión de su estilo. Esto resulta sin duda suficiente para convencer a quienes ya son seguidores de la banda, pero difícilmente alcance ampliar sus horizontes de público y de influencia.
Pablo Melogno.